martes, 11 de diciembre de 2012

♦Bienvenido al Pandemonio♦



~#Las Memorias de Lucy Nakazawa.



Capítulo 7:


Sería realmente entretenido relataros cómo nos dimos cuenta de que junto a Damn había aparecido otro pecado, y de cómo supimos que ese pecado, en parte era mi hermana menor. Sería, sería... sería muchas cosas. Pero antes que eso, os contaré como nos percatamos de que aquella joven, no era más que una farsante. Me explico: Todos los pecados Capitales tenemos algo que nos identifica como ello. Denominado: Aura.





—Damn Own. Realmente eres una maldición. —comentó Diddi tras un silencio producido al enterarnos que otro pecado andaba suelto por hay, posiblemente matando a más personas.

—Y tú, sigues siendo una niña mimada e irritable. Sólo hay que verte, Deidara. —contestó, aparentemente ofendida mientras se acercaba a ella.

Nuestra presencia allí, era irrelevante. Si nos hubiéramos marchado, estaba más que claro que no se hubieran percatado. No obstante, nos limitamos a retroceder unos pasos, escudarnos y escuchar. Macius, seguía sosteniendo su daga a la altura de los ojos. En un principio pensé que aquella arma no haría mucho, pero preferí no subestimar. Khalius, sin embargo, no llevaba armas. Estaba tranquilo, escuchando y cavilando. Tampoco lo subestimé. 
Desde el momento en que lo vi, supe que era extraño. Glotón, infantil y extrovertido, pero extraño a su manera.
Yo me escondí tras él. No estaba asustada, ni sentía el temor que había sentido anteriormente con Deidara, simplemente me encontraba confusa. Estaba claro, que no me encontraba con personas normales, y que yo no lo era. Muy claro ya me había quedado antes.

Diddi, ladeó la cabeza mostrando una sonrisa infantil. Pareciera que toda palabra o frase que saliera de la boca de Damn, no le afectase lo más mínimo.

—Se palpa la Envidia que me tienes. —dejo escapar una carcajada llevándose la mano derecha a la cara, cubriendo así la mitad de ésta. Fue un acto que me resultó familiar. Yo había hecho lo mismo el día que conocí a Khalius. Era como si algo, o alguien quisiera salir de mi interior, y con ese movimiento lo detuviera—. No esperaba menos de ti, ni de mí.

Damn frunció el ceño molesta, aquel comentario la había tocado.
No sé exactamente cómo ocurrió, pues khalius me tapaba parte de la vista, pero al igual que había ocurrido con Mark, aquella joven sacudió su mano derecha, obteniendo así varias dagas, esta vez de mayor tamaño, las cuales lanzó fugazmente hacia Deidara.

Hubiera sido encantador que aquellas dagas llegaran a Diddi, y se iniciara una pelea, pero no fue el caso. Ni la rozó. En ese mismo instante, Diddi se había visto escudada por una preciosa luz Azul Platino, que emanaba de ella naturalmente. Ya no mantenía una expresión infantil como al principio. Ahora poseía un semblante serio y decidido, con una sonrisa de lado que infundía temor. De entre la luz, se podía ver como una pequeña llave brillaba con cierta intensidad, hasta convertirse en una gran guadaña.
«Artemis...» Fue el nombre que pensé en ese mismo instintivamente.
Diddi, arqueó la ceja observando a Damn, la cual había retrocedido unos pasos con la mano alzada cubriendo su perfil. La pequeña la observaba con unos preciosos ojos ambarinos, similares a los felinos. Era como si la analizase.

— ¿Qué pasa? —preguntó de repente. Mientras, colocó aquella guadaña a su derecha, y con una sonrisa burlona empezó a relatar algo, que me trajo vagos recuerdos color carmín—: Aquel día, el único pecado que faltó, fue la Perez, ¿Sabes?

Lo que había relatado Deidara fue… ¿atónito? Sí, creo que esa sería la palabra.
Ya era la segunda verdad en un día que escuchaba mientras arrugaba con las manos la camisa blanca de Khalius.

— Ese día estuvimos todas, pero tú faltaste. Némesis, Coraline... Rosalinda —note como su voz dudaba al decir aquel nombre—, Coco, yo, e incluso Sheila. Estuvimos presentes el día del Réquiem. Recuerdo perfectamente lo enfadada que estaba Némesis, lo mucho que nos quejamos Coco y yo. La arrogancia de Rosalinda, el hambre de Sheila, lo cual la enfurecía, y las ganas de matar de Coraline. Todas esperando, tks. Y tú sin aparecer, ¿Y ahora te dignas a venir? ¿Quién te crees que eres?

Deidara detuvo sus palabras retrocediendo unos pasos y ante poniendo entre ella y el espacio a su guadaña. Tanto Khalius como Macius, seguían tranquilos y a la par en guardia. Era como si no temieran ser atacados, o algo similar. Damn, estaba quieta, y perpleja escuchando sus palabras. Por un instante pude ver un ademán de preocupación, el cual marchó presto al percibir una sonora risotada en la habitación. La joven peliazul, esbozó una sonrisa despectiva, y mi cuerpo se estremeció. Sentí un escalofrío punzante, y me di la vuelta como todos. Tras nosotros había una pequeña niña de unos 12 años. Su cabello era largo, recogido en una coleta lateral, y de color dorado. Al igual que la rara luz que la envolvía y rodeaba. Me recordó a Deidara. Vestía de rojo; tanto eran los zapatos, como el vestido y el gorro que le daban el aire infantil. Sus risotadas fueron interrumpidas por la voz de Diddi:

—Coco. —esta chasqueó los dedos haciendo así que la guadaña desapareciera. Y que en su lugar floreciera una pequeña rosa de color azul. No lo entendí.

Fruncí el ceño. Aquello claramente era un encuentro, entre Pecadoras. Incluyéndome a mí. Sí, ya lo había asimilado.

—MI rosa. MI hermana. MI mansión. —anticipadamente pensé lo avariciosa que era, y después caí. ¿”Mi hermana”? —sacudí la cabeza. No solucionaba nada formulándome nuevas preguntas y dudas. Lo primero era este extraño acontecimiento.

Aquella joven, la cual fue rápidamente identificada como Coco, ladeó la cabeza contenta mientras miraba a Damn.

— YO sí sé porque faltó. Yo si sé porqué… —levantó la mano señalándola:— sé porque todas estamos brillando y ella no.

Ahí me di cuenta el por qué Macius y Khalius estaban tranquilos. 
Como había dicho coco, estamos rodeados por “luces”. Deidara, por aquella preciosa luz Azul. Coco, por aquella radiante luz Dorada. Y nosotros tres, por una siniestra luz Ceniza, casi Azabache, procedente de mi cuerpo.
Damn nos miró a todos uno a uno. Cuerpo por cuerpo, persona por persona. Observándola, pude ver una vez más aquel ademán de preocupación que posteriormente fue una emoción. Sonreí. Verla acorralada entre Deidara y Coco me dio satisfacción.
Aquella niña, llevaba consigo un gran libro color pajizo, antiguo y bastante usado. Dio un par de pasos firmes, pero igualmente infantiles, adentrándose más en la habitación.

—¿Dónde está la verdadera Pereza? —preguntó Coco con una sonrisa que mostraba unos preciosos colmillos manchados de sangre—: Esta claro que tú no eres un Pecado Capital.

Damn sonrió dando unos saltos hacia atrás para finalmente acabar subida a un cadáver. Sostenía con fuerza sus dagas, e intentaba mantenerse impasible.

—Acusar a un Pecado, de no serlo, es grave. Deberías saberlo, Coco. —respondió al poco tiempo, dejando aparecer tras ella un círculo de dagas los cuales nos señalaban.

Desvié la mirada. Diddi había desaparecido, y con ella su luz y la rosa. Intenté buscarla con la mirada, pero no la hallaba. Quise estar atenta a las pláticas entre Coco y Damn, pero por alguna razón necesitaba saber donde estaba. Lo dejé pasar aún con una extraña preocupación. Sabía que era capaz de defenderse, lo sabía y presentía, pero esa sensación no se desvanecía.

—No. Es grave atacar a Pecados Verdaderos. Es grave, suplantar a un Pecado. —Coco hizo una breve pausa, alzó aquel libro con furia para posteriormente lanzarlo contra Damn—: ¡Mentirosa!

Tras aquel acto, el libro se abrió de par en par. Se podían escuchar relámpagos ahogados por las carcajadas de Coco. Pude ver, tenuemente, como una luz dorada envolvía el libro, como de él surgía otra luz grisácea, y como a Damn la rodeaba una rara luz entre morado y rosa.

—Ella no es un pecado... —musitó Khalius, dejando el tema aun más claro.

Damn, estaba petrificada, por así decirlo. No gesticulaba, no se movía, no pestañeaba. Incluso creo que ni respiró en aquel momento.

—La verdadera Pereza nunca se movería de su lugar. —recalcó Coco sonriendo sádicamente al ver por detrás de la chica una figura azulada.

Yo también la vi. Y deduzco que Khalius y Mark, igual. Solté a Khalius observando con los ojos bien abiertos a la pequeña de cabellos azules. Portaba otra vez aquella arma, y su sonrisa al igual que la de Coco, era sádica.
Ésta colocó sin pensárselo dos veces el filo de su arma en el cuello de Damn, más concretamente en su yugular.

—Ne… me repugnaba la idea de pensar que tú, fueras un Pecado. Ahora que sé que no lo eres, y que tanto Némesis como Coco y las demás no me dirán nada… —detuvo sus palabras rasgando del cuello de la muchacha poco a poco mientras ésta no podía moverse y prosiguió—: te puedo matar. Pero tranquila, ¿querías formar parte de Pandora? Tú alma irá allí. Yo me encargaré de cuidarla e incluso, dará paseos por mi querido Limbo.

Escuchar aquellas palabras de Diddi, me produjo un escalofrío. Sin embargo su acto me agradó. Una vez hubo terminado de hablarle, movió rápidamente la guadaña, rebanando el cuello de la joven, desprendiendo su cabeza de los hombros, a fin de cuentas; Decapitándola.
Un agradable, para mi, olor a sangre de extendió en aquella habitación. Al igual que una preciosa lluvia escarlata caía sobre nosotros.
Me agradó, me entusiasmó, estaba eufórica. No pude evitar que mis labios dibujaran una sonrisa igual de sádica que la de aquellas dos muchachas, mostrando unos colmillos de blanco impoluto.
Solté una pequeña carcajada y me separé de Khalius y Mark, para poder acercarme a la cabeza que había caído rodando a unos metros de nosotros. Me agaché y la cogí por aquellos cabellos de extraño color. Palpaba su sangre, la olía. Aprecié con la mano el hueso roto y sus astillas. Notaba lo que había alrededor de él; carne roja, blanducha y asquerosa.
Giré la cabeza observándola a los ojos. Éstos eran fríos e inexpresivos. ¿Qué se esperaba de un cadáver? Su boca había quedado abierta, y de ella emanaba sangre como si un vaso lleno de agua se hubiera derramado. Sentí como todos me observaban, noté que no era yo.


—Ah, pero si es la hora del té. —comenté con una sonrisa de lado a lado mientras un mechón de mi pelo cubría la mitad de mi cara.

Solté la cabeza lanzándola junto al cuerpo el cual había caído, obviamente, sin vida al suelo.
Deidara se había tirado al suelo rodando sobre de la sangre, como una excéntrica mientras Coco gritaba varias veces “¡Mi libro! ¡Mi libro! Manchado por esa sangre… Tks..!”
Me sentía cómoda. Raramente cómoda. Ya era hora de conocer a mis compañeras.

Khalius dio un paso al frente negando con la cabeza, mientras por detrás Mark parecía hablar por teléfono.

—A Leonardo no le agradará saber lo que has hecho Deidara. —advirtió sujetándome del brazo con fuerza.

— ¡¿Yo?! ¡Pero si ha sido ella por tirarle el libro! —exclamó sorprendida a la par que se levantaba y señalaba a Coco con la guadaña.

Arrugue la nariz, y arqueé la ceja de manera exagerada. ¿Cual? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Qué fue de esa Diddi, sádica que había visto? Quedé aun más perpleja cuando aquella jovencita de cabellos dorados hecho a llorar de la misma manera exagerada en la que yo había arqueado mí ceja.

—¡No es verdad! ¿Verdad que no hermana? —exclamó replicando mientras apretaba el libro contra su pecho y dejaba pasear las lágrimas por su mejilla.

Ladeé la cabeza retirándome el mechón de la cara, para seguidamente soltarme de las manos que me sujetaban. Me había llamado hermana. Sentí felicidad, pero esa aversión e ira no desaparecía. Solté una carcajada y empecé a caminar fuera de la habitación; tanta sangre me atraía demasiado. Temía que ese extraño lado mío saliera repentinamente.

—Es culpa de Damn. Vamos —me detuve volteando la cabeza con una mirada fría e inexpresiva—, me tenéis que contar varias cosas.

Volví a girar la cabeza y reanude mis pasos. No sabía por qué ahora me comportaba de aquella manera. No sabía que haría de ahora en adelante. Por lo pronto tenía hambre y me apetecía una ducha que me ahogara durante un tiempo.
Mark, había dejado de hablar hacia bastante tiempo. Estaba callado y el ambiente era algo incomodo. Khalius, se encogió de hombros mirando a Diddi y Coco, las cuales mostraron repentinamente una sonrisa.

—Vamos, tenéis que cambiaros. Ya —miró de un lado a otro contemplando aquella pequeña matanza— ya vendrán a limpiarlo.

Coco obedeció rápidamente cogiendo la mano de Khalius, como si fuera su padre. Sin embargo Diddi se detuvo observando el cadáver. Pensé que se había arrepentido de su acto, pero todo lo contrario. Se había detenido a coger tanto su Aura como su Alma con una sonrisa malévola. Y aun mas divertido fue verla cojer la cabeza.

—Aun faltan la Hermanas Oscuras. —escuché decir de la boca de las dos jóvenes con un tono burlón y ligeramente infantil.

Rosalinda.., Coraline, Sheila. —añadí, dudando del primer nombre, mientras salía de la habitación guiada por Mark.

Era verdad, aún quedaban tres pecados más. «¿Qué bonita escena color carmín nos traerán ellas?» Pensé escuchando las campanadas de un gran reloj. Fueron tres campanadas, sin contar la cuarta, pues ésta sonó rota.

***

Había algo que no me encajaba. Habían cosas que no tenían respuestas. Y respuestas inservibles.
Había muchas cosas que desconocía.
Pero aquello me dejó pensativa. ¿Por qué Coco había dudado al decir el nombre de la Soberbia?
Y, ¿por qué tuve la misma sensación?

Me dormí.

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