domingo, 25 de noviembre de 2012

♦Bienvenido al Pandemonio♦



 #Las memorias de Lucy Nakazawa

Capítulo 5:


Aquel molesto silencio había vuelto a ahogar la habitación.
Me había visto, prácticamente, obligada a sentarme alrededor de aquella mesa.
A mi vera estaba Khalius, sentado dándole vueltas a su té mientras que Mark estaba al otro lado, de pie, observando todo con cuidado.
Frente a mi había un hombre. Aparentaba tener la misma edad que Khalius. A lado de él, había una joven que aparentaba mi edad.
Se encontraba tranquila, ensimismada en su taza de té. Aquel sujeto, se hacía llamar Leonardo Cacciatore. 
Poseía un precioso pelo corto, y como el de Mark, e incluso el mío, era de color azabache. Sus ojos no eran nada del otro mundo, pero me llamaron la atención por el simple hecho de que éstos eran de un color verde intenso, similares a los de Mark y Khalius.

~#Leo Cacciatore. [Sexto Lord de las 7 llaves.]

Fue algo que me hizo plantearme el hecho de si tendrían algún lazo familiar o algo similar. 
Un pensamiento que enseguida marchó de mi mente. 
No sólo por recordar que Mark era el mayordomo de Khalius, si no porque las miradas que se dedicaban éste y Leonardo, no eran precisamente de amistad. 
Según había entendido, aquel hombre, Leo Cacciatore, era un aristócrata Italiano bastante arrogante. No obstante, estaba en los mismos círculos de Khalius, pues también tenía el titulo de Lord, y estaba vinculado con las 7 llaves. De hecho, era el Sexto Lord.


—Valla, veo que al fin, después de tanto tiempo, te has encontrado con una, Klaus. –comentó aquel individuo, rompiendo el precioso silencio al que ya me había acostumbrado.

Fruncí el ceño, ¿Klaus?
Sus palabras, a parte de molestarme, por alguna razón me habían ofendido. Quería replicar aquel comentario fuera de lugar, pero no lo hice, puesto que Khalius, me lo había advertido.

—Cuida tus palabras, Leo. No me gustaría que ofendieras a mi invitada. —Khalius parecía molesto, le dedico una sonrisa desdeñosa, a la par que apoyaba el codo en la mesa, y seguidamente colocaba la cabeza en la mano.

Leo, desvió la mirada hacía donde me encontraba, con una pequeña sonrisa burlona.
Parpadeé varias veces.
Intenté ser ignorante, como me había aconsejado Macius, pero era inevitable escuchar sus pláticas, frías y engreídas, que entre líneas, era obvio que salvaguardaban una historia.
Ya estaba bastante aturdida, así que quise despejar mi mente observando a aquella joven; un grave error.
Me quedé atónita, confundida, absorta. Sentí como por un instante mi corazón había dejado de latir, para después soltar el latido más fuerte de lo que llevaba de vida. Sentí como mi cuerpo segregaba adrenalina cual fuente. Sentí, en teoría, terror. 
Me relamí los labios, que en tan sólo aquellos minutos se habían quedado como un desierto. El cabello de aquella joven, era largo, y de un sublime color azulado. Sus ojos amarillos, me recordaron al color que tomaban las hojas en otoño. Quedarme estupefacta, era decir poco sobre lo que sentía en aquel momento. Por mi mente, no cesaban de pasar imágenes, pensamientos, preguntas, palabras y respuestas. Retiré violentamente la silla hacia atrás, llamando la atención de los presentes, y salí corriendo de la habitación. La adrenalina se había apoderado de mi cuerpo. Corrí tanto como pude, tan lejos como podía y cuanto me dejaron mis piernas. Corría cabizbaja y con los ojos tan cerrados, que tuve miedo al abrirlos. Pues creí que se me habían quedado así para siempre, un pensamiento estúpido pero pensamiento al fin y al cabo.
No sé qué sucedió en aquella habitación durante mi ausencia. No sé qué pensarían o dejarían de pensar sobre mi. No sabía nada. Inclusive donde me encontraba en aquel momento.
Estaba perdida. Aquel lugar, era aun más grande de lo que me había imaginado. Algo que me llamó la atención fue que mientras recorría aquel pasillo, intentando buscar una salida o encontrar una entrada, no había absolutamente nadie. ¿Por qué? Cuando estaba en aquella habitación y me aburría, solía mirar por el ventanal, y lo único que podía ver, aparte de los Balls entre el viento y las hojas, era el entrar y salir de varias personas atareadas. ¿Por qué ahora no había prácticamente nadie? Negué con la cabeza contradiciendo mis pensamientos mientras seguía caminando. El tiempo era agradable, y una luz tenue asomaba tímida entre algunas nubes blancas. El temor que había sentido al ver a aquella joven, se había disipado en el aire, y con él la adrenalina. Me sentía mejor cuando más me adentraba en aquel lugar, la curiosidad me podía.
Me había dado cuenta de que era realmente curiosa, me gustaba saber todo lo que ocurría a mí alrededor. ¿Eso era malo? Para nada. Mi vida había comenzado hacía un par de semanas, e incluso podría decir que hacía un mes.

No podía perder el tiempo encerrada en una habitación esperando las explicaciones de un albino, infantil y glotón, que siempre se salía por la tangente y nunca me acababa de contar nada. No podía esperar más, quería saberlo todo, y de todos.
Torpemente, había encontrado la respuesta a todas mis preguntas.
Había llegado frente a un gran portón de color blanco, con varios detalles en lustroso dorado, incluyendo el pomo. Alrededor no había nadie. Nadie vigilando, nadie hablando, nadie cuidando. Empujé la puerta con toda mi fuerza, y con sumo cuidado por si dentro había alguien, pero como deduje previamente, allí no había nadie.


~#Biblioteca.

Sí, aquel lugar era mi respuesta a todo.
Un lugar, silencioso, tranquilo, con grandes estantes, en los cuales reposaban en pasividad, diferentes libros que esperaban ser leídos. Aquel lugar, del que tanto Khalius como Macius, me habían hablado con orgullo y fascinación.
—La Biblioteca... —afirme murmurando. Estaba impresionada de lo amplio que era el lugar.
Formé una sonrisa picara en mi rostro. Cerré la puerta con el mismo cuidado con el que lo abrí, pero esta vez más rápido, por si justo en ese momento, se le ocurría a alguien pasar por allí.
Quedé absorta en un mundo de respuestas.

sábado, 24 de noviembre de 2012

♦Bienvenido al Pandemonio♦



#Las memorias de Lucy Nakazawa. 

 

Capítulo 4:

 

Coco Star The Melodý [~#Avaricia.]

Escuché como una voz infantil... ¿Me llamaba?

Creí que soñaba despierta pero era real, estaba allí y a la par en otro lugar; Bernaskell. Estaba en el sofá de aquella habitación victoriana.
En aquel "sueño" una joven, de largos cabellos que evocaban el oro, me hablaba, me llamaba, me gritaba. Ésta tenía unas extrañas alas de ¿Hierro? Sí, creo que era eso, de las cuales, se veían unos cristales de colores. Os diría cuales, pero no los podía diferenciar.

—Nee... ¡Hermana, despierta! —exclamaba una y otra vez, desde una mesita redonda, en la cual ella se encontraba sentada junto a otra persona.

No podía ver bien a las presentes, pues a parte de no poder enfocar bien; una luz, cegadora y cálida me impedía ver sus rostros. Su acompañante, por un segundo, me pareció similar a la joven, eran idénticas, excepcionando su cabello, pues el de ésta era azulado; un precioso azul. Pero, un reflejo, una luz, no sé bien que fue, me hizo parpadear y volver a verla; Ahora, era una mujer de atuendos verdes, creo que era un vestido. 
Su pelo, era mas largo, y ya no estaba recogido en una coleta lateral, como la otra joven. Estaba suelto. Sus piernas estaban cruzadas, mostrando superioridad. 
Por un momento sentí temor, pero escuchar como aquella niña, porque estoy segura de que era menor que yo, reía, me tranquilizo.

—¿Qué pasa Némesis? Date prisa y vuelve, ni las Auras ni las Almas no se consiguen solas. Nadie desea una muerte prematura, eso sí excepcionando a aquellos que creen que ya no tienen vida. Pero sus Auras no nos sirven de mucho, son débiles y Pandora las suele rechazar.

No entendía, como de costumbre, lo que se me decía. ¿Auras? ¿Muerte? Me ensimisme en aquellas palabras. 
Ambas jóvenes empezaron a reír. La menor, de cabellos dorados, estaba con los pies subidos a la silla, mientras jugaba al Ajedrez, con aquella mujer. Mientras ésta, bebía una taza de té. Por la rosa, que tenía en la taza, deduje que seguramente era té negro, pues la rosa lo era. 
Miré a todos lados. Por más que quisiera, no veía más allá de aquella mesa, aquel juego de ajedrez, y aquellas jóvenes.
Seguían riendo.. no me gustaba. Me tape los oídos con las manos tanto como podía para no escucharlas.

—¡Callaros! —grite enfadada. No sabía por qué, pero estaba enfurecida.

Sin embargo, ellas no pararon de reír... Hasta que una extraña figura oscura, hizo acto de presencia. Era un hombre, eso lo tenía claro. Por muy borrosa que fuera la imagen, en sus manos, vi una extraña mancha marrón, quizá fuera un libro, pues después escuché como algo se cerraba y emitía un sonido hueco y apagado, no se como describirlo, en fin, sonaba a libro cerrado.

—Basta ya, dejadla en paz. —escuché una voz, joven, no sabría deciros edad, es imposible con esos datos. Por la forma en la que me defendió, aparentaba ser amable.

Ambas jóvenes guardaron silencio. Parecía que se conocían y, más claramente, parecía que se guardaban respeto mutuo. 
Aquel individuo se acercó en pasividad, mientras todo empezaba verse aun más borroso.

—.. Tienes que tener cuidado. Si no vuelves pronto, ellas y las demás irán a por ti... —por alguna razón sus palabras sonaron desafiantes, irónicas; desconfiaba— "Él" no es de confianza.

Su voz fue desapareciendo, y con ello la imagen que tenía de ellos. 
Quería gritar, llamarles, pero... no sabía sus nombres, no los conocía, y más importante aún; no podía hablar. 
Cuando desperté, vi a Mark frente a mí. 
Estaba colocando un juego de té nuevo, no era el de siempre. Pero, esta vez, había más tazas, más platos, y más de todo. Giré la cabeza levantándome lentamente. Corría el aire, y eso era porque la puerta que conducía a la gran y amplia terraza estaba abierta y allí, Khalius. Apoyado contra la pared, suspiraba una y otra vez; parecía deprimido, y no sabía por qué. Es mas, ni lo quería saber.

—Valla, ya ha desertado señorita. —confirmaba Macius, mientras terminaba de colocar las cucharillas.

Como siempre, su actitud era rígida, su mirada inexpresiva, y no mostraba sentimiento al hablar.
Vacilé un instante en silencio y me llevé la mano a la cara para tapar así la mitad de esta.

—¿D-Donde estoy..? —tartamudeé un poco, al preguntar aquello. 

Me dolía la cabeza, era como si mis pensamiento y mis neuronas hubieran organizado una fiesta en honor a mi, aparentemente, poca capacidad de entender y asimilar todo lo que me decían y ocurría.
Mark le dirigió una mirada a Khalius, el cual se había percatado, también, de que ya había despertado. Su mirada expresaba frialdad, no sabía si hacía a mi, o por algo que le hubiera ocurrido, tampoco me importaba.

—Aun sigues en la Mansión Bernaskell. —contestó Khalius a mi pregunta mientras se acercaba.

Tenía las manos entre lazadas tras la espalda, y su cabello, hecho una trenza a un lado. Me sorprendió, normalmente lo veía cayendo en cascada. Ahora iba más arreglado; vestía un hermoso esmoquin de cola blanco, al igual que sus zapatos. Una pajarita negra, adornaba su cuello y en un bolsillo superior el cual se situaba en su pecho derecho, tenía enganchada una Rosa, roja cual sangre. Ladeé la cabeza levantándome del sofá, me restregué los ojos y me puse en situación: era verdad. Seguía allí.

—Ya veo, fue un despiste —contesté finalmente.

Alguien tocó, repentinamente, la puerta. 
Para mi no fue nuevo, ya había escuchado sonar puertas antes, pero para Khalius y Mark, aquel "toc-toc" tan común, fue como si nunca lo hubieran escuchado, pues dirigieron la mirada directamente, disimulando nervios.

—Lord Bernaskell. El invitado y la señorita, ya han llegado. —era una joven sirvienta, no tendría más de 21 años. 
De cabello corto, rizado y color rubio pajizo, mientras que sus ojos eran de color miel.
Tras darle el comunicado, hizo una leve reverencia y se retiró cerrando la puerta.

Khalius, y Macius se dedicaron una mirada algo preocupante, a la par que me sujetaban del brazo para darme ciertas indicaciones de quienes eran los invitados y qué debía o no hacer. Todo, como siempre, era extraño. ¿Quiénes serían aquellas visitas? ¿Serían importantes? ¿Por qué debía estar presente?



Diddi Hagene Scarlet Darkmelody [~#Envidia.]
 

lunes, 19 de noviembre de 2012

♦Bienvenido al Pandemonio♦


#Las memorias de Lucy Nakazawa.

 

 Capitulo 3: 

 

—No te conozco.

—Sí, ¡Me conoces! 

Esa discusión era constante, a todas horas; cuando desayunábamos, almorzábamos o cenábamos. Él estaba hay, comiéndome la oreja con lo mismo. 
A veces, tenía ganas de levantarme, sujetar aquel, magnífico, cabello blanco y atárselo alrededor del cuello. No obstante, otras, no sé porque, sentía la necesidad de abrazarlo, cosa que reprimía cebándome, en cierta manera, con Mark. 
Había pasado poco tiempo. No los conocía de toda la vida, pero me sentía cómoda. 
Era extraño, ellos seguían siendo las únicas personas con las que había hablado. Sabía que en aquel lugar, habitaban mas personas pero no quienes.
Sacudí la cabeza varias veces intentando disipar aquel pensamiento. Khalius, con la misma vestimenta aunque esta parecía nueva, intentaba explicarme la situación. Pero por más que lo intentase, no le entendía del todo.

—¿De verdad es tan ilusa, Mylord? —Preguntó Mark, mientras me servía una taza de Té Rojo.

Fruncí el ceño hasta juntar las cejas, y mire a Mark. Estaba totalmente serio. Me parecía borde, aunque no más de lo que podría ser yo.

—Oye, Mark, desaparece por ahí. —impacté los puños contra la mesa en un arrebato de mal genio.

Éste empezó a reír cándidamente mientras se llevaba una galletita al labio inferior.

—Tranquila Lucía. Mark es así, de sincero y… frío. —Sus palabras sonaron vacilantes y finalmente introdujo la galleta en su boca.

Lo observé bajando el tono de mi voz y sentándome como era debido en la silla. Él era diferente, sí extraño. No se parecía en nada al Khalius que se había enterado que mi posible nombre y apellido eran "Lucy Nakazawa." Aquella vez, Khalius, salió corriendo de la habitación. No me dio tiempo a seguir explicándole lo que recordaba, me había dejado sola con Mark. Me di cuenta, de que me tenía confinada en aquella habitación, sin embargo no dije ni hice nada. Olvidé aquel asunto, al igual que el.

—¿Sabes qué es Pandora? —Me preguntó mientras daba vueltas con la cuchara a su Té.
Negué con la cabeza, atenta a lo que me decía. Cogí un trozo, de lo que parecía carne, lo cual me agradó. Era suave, tierna, y tenía buen sabor.
 Picha aquí para ver la foto.

—Solo recuerdo mi nombre, Khalius.

Éste rascó su mejilla izquierda y me miro.

—Hum... ya veo. Bien, supongo que con el tiempo iras recordando. Lo primero, —ladeó la cabeza cavilando y miró a Mark cambiando de tema ysin terminar la frase que habia comenzado— ¿Sólo encontrasteis a "La Negra"? ¿No visteis a "La Azul" o quizas a "La Dorada"?

Éste negó con la cabeza y como de costumbre yo no entendía de qué o quienes hablaba. Después empecé a reír reprimiendo las grandes carcajadas que querían salir de mí. Detuve aquella extraña risa, y le dedique una sonrisa enigmática acompañada de una mirada desafiante.

—Una pregunta, Khalius: ¿Por qué me tienes encerrada en esta habitación? Creo que ha pasado una semana y sois —Señalé tanto a Mark como a Khalius— los únicos con los que he entablado conversación. ¿A qué se debe eso?

Mark, retiró el juego de té y en su lugar me dejo una servilleta de un impoluto color blanco.
Frunció el ceño mirándome realmente serio.

—Señorita Lucía, dudo que quiera hablar con aquellas personas que le apuntaban con una espada a ras de pecho. Con aquellas, que posiblemente quieran experimentar con usted, y aquellas que pretenden provocar a las "demás".

Miré la servilleta inexpresiva mientras pensaba. Poco después levante la mirada; Khalius, se había levantado y dirigido al gran y amplio balcón mientras que Mark ahora estaba sentado en el sitio de Khalius. Era, como si esperase que le preguntara quienes eran "Las Demás". Una pregunta, como todas las demás, que rondaba mi mente una y otra vez, iba y venía. No obstante, lo único que hice fue reír a grandes carcajadas, esta vez sin reprimirlas; esa situación me estaba superando. Estaba sulfurada, agobiada, cansada. Sentía confusión, odio, rabia, asco, vamos; Aversión. 
Retiré bruscamente la silla hacia atrás, mientras que cerraba la mano derecha y la impactaba nuevamente contra la mesa.

—"Pandora", "La Azul", "La Dorada", "Las 7 Llaves", "Las Demás"... Estoy harta de escuchar cosas que no entiendo o no recuerdo. Cada vez que me lo intentas explicar, te vas por las ramas o me sueltas cosas como "Ya lo recordarás". ¡Odio este lugar!

Podría haber seguido diciéndole mil y una cosas a Khalius. Echándole en cara miles de cosas, quejándome, regañándole... podría, sí. Mas no pude. Antes de poder seguir hablando, noté como alguien me apresaba los brazos, inmovilizándome y seguidamente me cubría la nariz y la boca con un trapo.  
Empecé a ver borroso, difuminado, distorsionado...sentía que tenía sueño. 
Lo último que recuerdo de aquel momento, era una voz junto a mi oído que me decía: "Debes tener Paciencia."
Después mis ojos se cerraron. Volvía a estar sola, sin embargo en aquel sueño veía, igualmente difuminados, varios colores que me rodeaban; Amarillo, Azul, Rojo, Gris, Violeta y Naranja.  Escuché risas, y murmullos. “Vuelve… El Pandemonio se esta cerrando.. ¡Vuelve! O Quizás… iremos. Jéh, Jéh, Jéh.”



sábado, 17 de noviembre de 2012

♦Bienvenido al Pandemonio♦

#Las memorias de Lucy Nakazawa. 

Capítulo 2:


—¿Lucía? —preguntaba aquel individuo una y otra vez.

Desde que lo había visto en aquella habitación, sólo habían transcurrido un par de días y ya me trataba como una amiga de toda la vida.
Tras aquella conversación, aquel día, parecía que se había dispuesto a contarme lo que ocurría pero…~

—¿No quieres tarta? ¡Esta deliciosa! —preguntó y exclamó a la par con un pequeño brillo en los ojos. Parecía que le agradaban las cosas dulces.

Negué con la cabeza sucesivamente y con tedio.
A pesar de ello, siguió insistiendo con una sonrisa cordial.
Realmente me quería hacer enfadar y lo estaba consiguiendo aunque no supe el porqué.
Llevaba los mismos ropajes que los días anteriores. Lo que me hizo pensar que parecía una especie de uniforme.
Él era la primera persona con la que había hablado a parte de su joven mayordomo. Aunque el lo consideraba un compañero.
Dicho joven aparentaba unos 18 años, su cabello era corto y revuelto; de un hermoso color azabache. Sus ojos, al igual que aquel sujeto goloso, evocaban las esmeraldas. A pesar de su estatus siempre mostraba una mirada poderosa e inquisidora.

—Aún no me has dicho tu nombre. —comenté mirando al joven albino y glotón.

—¿A no? —preguntó extrañamente sorprendido—. Bien, mi nombre es Khalius Von Bersnaskell. -Tras su presentación se levantó habilidoso dirigiéndose hacía donde me encontraba sentada, a pocos metros de él. Acto seguido sujetó mi mano y la agració con un beso-. Encantado.
No entendí su acto y despreocupadamente retiré la mano para después limpiarla con una servilleta.
Khalius, dejó escapar una carcajada jovial mientras volvía a su asiento.





—En fin, querida. Ese es mi nombre; Khalius. Establezco el Quinto Lord de «Las Siete Llaves». -Sus palabras… no las entendí pero seguí escuchando-: Y este, —dijo dirigiéndose a su mayordomo—, es Macius, o como a mí me gusta llamarle; Mark. Mi mejor amigo desde la infancia, fiel compañero y apreciado mayordomo.
Mark, como le llamaba Khalius, levantó la mirada y tras formular su nombre me dirigió una mirada impasible, seguida de una reverencia. 
Aquella mirada infundió en mi, sólo por un instante, el temor.

Un incomodo silencio abarcó la habitación, sólo se escuchaba el "Tin-Tin" que hacía el juego de té que Macius estaba manipulando, y el "Tick-Tack" de las agujas y el péndulo del reloj. Éste era elegante y de gran tamaño. Su madera era de ébano; consistente y de un color bruno. Estaba empotrado contra la pared. 

—¿Y bien? —No entendí la pregunta.

—¿Huh? —Respondí con otra pregunta sin significado.

—He he. ¿No me vas ha decir tu nombre?
Fruncí el ceño y arqueé las cejas.

—¿Por qué lo preguntas? Tú ya lo sabes: Antes me has llamado Lucía.

Khalius empezó a reír, con educación, y tranquilidad mientras Macius nos servia unas tazas de té.
El mio era rojo, con aroma a rosas, mientras que el de Khalius era verde. A el le acompañaban algunos dulces, redondos y de color blanco.
Éste asintió varias veces.

—Es verdad, es verdad, fallo mío, Touché. No obstante no es algo de lo que este seguro, Ese es el nombre que ponen en Los Escritos.
Aquel silencio volvió a formarse, pero esta vez sólo sonaba el reloj.



***


Un grácil viento empezó a originarse. Aquel silencio era neutro. Quería hablar, protestar y discutir aquel comentario, pero no podía.
Las palabras no me salían. ¿Qué quería decir con "Los Escritos"? ¿Por qué estaba allí? ¿Quién era él para mí? ¿Le conocía? ¿Me conocía? ¿Tenía familia? Tantas preguntas rondaron mi mente, una tras otra, en fila; no paraban.
De entre todas aquellas cuestiones me sacó la voz de Macius.


—¿Desearía mas Té la señorita?

Inconscientemente me lo había acabado.
Asentí mirando como Khalius pinchaba sus pequeños dulces con el tenedor, y posteriormente se lo llevaba a la boca. Ladeé la cabeza, posé el codo derecho sobre la mesa y seguidamente apoyé la mejilla en la mano.

—Nakazawa. —contesté al poco tiempo—. "Lucy Nakazawa" es lo que recuerdo. Supongo que será mi apellido. También...~
Iba a comentarle sobre lo de "Némesis Scarlet" pero me interrumpió. No sé si lo había hecho sin darse cuenta o quizás fue intencionadamente.
Fuera lo que fuese, Khalius pareció sorprendido.
Salio de la habitacion dejandonos tanto a Macius como a mi, absortos en su reaccion.
Nos quedamos en silencio. 
No entendiamos, al menos yo no.

viernes, 16 de noviembre de 2012

♦Bienvenido al Pandemonio♦

#Las memorias de Lucy Nakazawa. 

 

Capitulo 1: 



Me sentía sola, estaba sola.
Aquel lugar era frío, extraño e inhóspito.

Abrí, lentamente, los ojos. No reconocía, ni recordaba nada, mas que dos nombres "Lucy Nakazawa." y "Nemesis Scarlet."
Me abrazaba a mi misma, a mis piernas, a mi cuerpo.
No recordaba haber nacido, no recordaba que había hecho; todo era extrañamente confuso.
Dotaba de conocimiento; sabía hablar, leer, caminar, correr e incluso, volar.
Mientras pensaba en todo aquello, mordía mi labio inferior. No sentía dolor. Sin embargo note como mi boca se llenaba de un extraño líquido, que me pareció sabroso.
Pasé la lengua por entre mis dientes. Todos parecían normales, a excepción de dos que tenia a cada lado, largos y afilados.
Eran aquellos que me habían brindado aquel extraño líquido.

Seguía sola. Me sentía sola.
Aquel lugar.. seguía siendo frío y oscuro, pero a la par me sentía, bien, cómoda.
Era agradable.

"¿Me has llamado?"

Abrí los ojos.
Sentía algo punzante contra mi pecho. Todo estaba borroso, difuminado y no distinguía bien. Se escuchaban varias voces y gritos. En fin, barullo.

 —¡Se está despertando! —escuché gritar a lo lejos.

Era una voz, ronca, fuerte y decidida. Parecía provenir de un hombre de mediana edad.
Intenté moverme, pero no podía, me dolía el cuerpo y aquella cosa punzante  se mantenía contra mi pecho.

—¿Que hacemos? —preguntó una voz algo mas joven, temerosa y acobardada—. Solo hemos encontrado a una... ¡y ni eso! Ella nos ha encontrado a nosotros. —recalcó con voz algo entre cortada. Parecía que tuviera un nudo en la garganta. Su voz poco a poco se apagaba.

"Tendrá miedo?" pensé.

Ese pequeño instante, me pareció toda una vida. Volví a cerrar los ojos, me sentía exhausta, cansada, agobiada..., sulfurada.
Cuando los volví a abrir, una gran luz me cegó. Parpadee varias veces para conseguir una buena visualización; aquel lugar me pareció reconfortante. Era una gran habitación, con muebles antiguos y elegantes de estilo victoriano.
Me incorpore.
A pie de la cama había algo, o mas bien alguien: Un joven, de hermosos cabellos plateados, yacía dormido, con una sonrisa divertida.

—¿Quién eres? —pregunté, aun sabiendo que en ese momento no me respondería.
Sacudí la cabeza y retire las sabanas que habian colocado sobre mi. Tambalee un poco al caminar, era como si lo hubiera olvidado. Pude observar, sin mirarme a un espejo, que mi cabello era largo y oscuro. Vestía un gran abrigo crimson con motivos de rombos blancos, una pequeña falda negra, y unas largas botas que creo recordar que me llegaban hasta, más o menos, las rodillas. En las manos mantenía unos guantes blancos, los cuales estaban manchados de algún líquido rojo; el cual, por el olor, me fue extrañamente familiar.

Solté una pequeña risa, que en silencio se fue convirtiendo en una risotada histérica. Levanté la mano llevándomela a la cara y cubriendo así la mitad de ella.
Por un instante sentí que no era yo.
Aquella sensación se desvaneció cuando lo escuche hablar, mi risa lo había despertado.

—¿Uhm, ya estas despierta? -Era la típica pregunta que se hacia nada mas ver a alguien. Si, como las de "¿Estas bien?" cuando ves que alguien se a caído, y eso obvio que le duele.

Me giré observando al joven, estaba ligeramente sonrosado,y tenia las marcas de la sábanas gravadas en su pómulo derecho. Su expresión era risueña como la de un niño y su voz, extrañamente cálida.
Todo era extraño. No como la de aquellas personas que gritaban histéricas por mi presencia.

—¿Quien eres? —Volví a preguntar, en tono borde. No le conocía, no sabía donde estaba; no tenía razones para ser amable—. Y sí. Me ves de pie, a pocos metros de ti. No en aquella cama, es obvio que este despierta.

Aquel joven, recobro la compostura mientras hablaba.
Era bastante mas alto que yo. Su cabello era hermosamente plateado, largo, recogido en una coletita que dejaba caer cual cascada por su hombro derecho Y sus ojos, grandes y hermosos recordaban las esmeraldas. Vestía un largo abrigo blanco, al igual que los pantalones, la camisa y los zapatos; con varios detalles de un profundo dorado.
A pesar de todo aquello, lo que mas me llamo la atención de él fue la forma amable y preocupada en la que me contestó:

—¿Has podido descansar? ¿Te encuentras bien? Espero que si. Si gustas, en el armario que hay detrás de ti, tienes mudas limpias. Puedes cambiarte.
Aquellas palabras... amables, consideradas y raramente preocupadas. Daba la sensación de que me conocía, pero yo a el no. O por lo menos no le recordaba.